Sundance 2023: Crítica de “La memoria infinita”

Por Fabiola Santiago

Una persona está hecha de carne y huesos, pero se distingue de otra no por su piel, sino por sus vivencias y recuerdos. El parecido físico que yo pueda tener con mi hermana o con mi madre se desdibuja frente a esa diferencia que forma la memoria. Sin memoria no hay identidad.

De entre los males que pueden aquejar al ser humano, uno de los más crueles puede ser el deterioro cognitivo y la pérdida de los recuerdos. La idea de ser despojados de aquello que nos conforma es agobiante. Para quienes coleccionamos fragmentos de vida y momentos especiales, la posibilidad de perder la memoria (sea la propia o la de algún ser querido) puede significar un robo irreparable. ¿Cómo puede alguien hacer frente a ese abismo?

La cineasta chilena Maite Alberdi presentó en Sundance su nuevo documental, La memoria infinita, en el que acompaña a una pareja que atraviesa la enfermedad de Alzheimer.

Al inicio de la cinta, la imagen es difusa mientras vemos a una mujer hablarle con dulzura a un hombre que no la reconoce. Ella se presenta y le explica a él quiénes son. La cinta hará lo propio con material de archivo que nos ubica en la vida de esta pareja: se trata de Paulina Urrutia, actriz de televisión y teatro, y exministra de Cultura de Chile durante el régimen de Michelle Bachelet; y Augusto Góngora, un periodista y presentador de televisión que cubrió tanto acontecimientos sociales durante la dictadura militar de aquel país, como entrevistas culturales con figuras de talla internacional.

La cinta entrelaza el presente de la pareja mientras el deterioro cognitivo de Augusto avanza, con grabaciones caseras de otros momentos de su vida y con sus participaciones en televisión. Con estos testimonios en imágenes, Alberdi consigue enunciar la paradoja contenida en el hecho de que una persona que pasó su vida registrando la memoria de su país y conviviendo con personajes que hicieron historia (el escritor Pedro Lemebel, el cineasta Raúl Ruiz y el músico Gustavo Cerati, por ejemplo), vaya perdiendo su propio archivo mental.

Aunque al abordar el Alzheimer sea imposible no evocar cierta tristeza, la cinta se centra en el amor expresado en la paciencia y cuidados entre sus protagonistas. La enfermedad acabará por instalarse, pero antes de eso Paulina y Augusto tienen momentos en los que se toman con humor la enfermedad e intentan jugar con ella. Los vemos bailar, intercambiar miradas amorosas, hacer ejercicio juntos. “¿Tanto te gusta la vida?”, pregunta ella. “Mientras esté aquí, hay que jugar, estar con los amigos y todas esas cosas, ¿cachai?”, dice él. La pareja vive esta etapa como otra más de su vida y del paso del tiempo, que junto con sus limitantes trae también una nueva oportunidad de experimentar el cariño de una forma nueva: recorrerse el rostro con las manos, revivir las primeras citas, limpiarse la piel con suavidad.

Tras el éxito de El agente topo, que llegó a los premios Óscar como contendiente a Mejor documental, La memoria infinita se estrena con el peso de una gran expectativa.Esta es una apuesta quizá menos audaz, pero no menos entrañable que la cinta anterior. Vista por encima, la propuesta de esta película puede aparentar quedarse en el terreno de lo meramente sentimental, pero su puesta en escena enuncia más que eso. Alberdi y la editora Carolina Siraqyan van hilando delicadamente las huellas del cariño y el paso del Alzheimer, mismo que se registra en imágenes desenfocadas que aluden al estado borroso de la mente.  “Ya no soy”, señala Augusto en un momento de lucidez sobre su estado, lo que marca a la directora la pauta para dejar de grabar.

“Aquí hay dolor, pero también hay mucha nobleza. Los que tienen memoria, tienen coraje”, dice una dedicatoria que Augusto escribió a Paulina al regalarle un libro en el que participó (“Chile, la memoria prohibida”). Una constante en el cine chileno es la de recordar la dictadura, hablar sobre las desapariciones para hacer presente lo que de otra forma estaría extinto y para poder avanzar. El acto de conocerse es mirar hacia el futuro. La memoria infinita habla de la memoria como núcleo de la identidad, ya sea de un país o de una persona.

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