Por Fabiola Santiago

La directora boricua Glorimar Marrero habla sobre su forma de abordar una enfermedad terminal y el colonialismo en la película “La pecera”.
La enfermedad como metáfora de la colonización. En la película La pecera, estrenada en el Festival de Cine de Sundance, acompañamos a Noelia (Isel Rodríguez) en el avance de un cáncer de colon y en su resistencia a dejarse dominar por el padecimiento. Su cuerpo se ve invadido por células dañinas, de igual forma que su lugar de origen (la isla de Vieques en Puerto Rico) alberga bombas en peligro de estallar, herencia de la ocupación militar estadounidense.
En su ópera prima, la directora boricua Glorimar Marrero se acerca con cuidado a un tema doloroso, que surgió de su propia experiencia con su madre. La cineasta consigue mostrar de frente algunas de las particularidades de vivir con una colostomía y en vigilancia del cuerpo, pero también procura introducirnos al interior de Noelia y su energía vital, pues ella sabe que es más que el cáncer que la habita. En el momento en el que se anuncia que su estado es crítico, la protagonista regresa a Vieques al lado de su madre, mujer de quien parece haber heredado el goce por existir y la valentía, pues se dedica a limpiar la isla de explosivos. La película entrelaza así una serie de imágenes cargadas de sensualidad que transmiten las impresiones de Noelia y la forma en que el mar toca su piel o el viento acaricia su cara; por otro lado, se realiza un comentario agudo sobre las consecuencias de la colonización en territorio caribeño.
En conversación desde Park City, Glorimar Marrero habló sobre algunas de sus decisiones como directora en esta coproducción entre Puerto Rico y España.

Lumbre Cinema (LC): Quería comenzar preguntándote por la relación entre madre e hija que vemos en la película. ¿Cómo la desarrollaste?
Glorimar Marrero (GM): Al trabajar el personaje de Noelia quería trabajar con una viequense que estaba fuera de Vieques pero iba a volver. Sabía que ese regreso tenía que estar atado a alguien. Un poco quise trabajar esa vuelta al útero, esa vuelta a la casa, al alivio. Y así fue que se desarrolló ese personaje, como la madre que está un poco desinformada de la situación de su hija porque se lo oculta; pero la hija también está preocupada por ella, porque ella hace este trabajo de limpieza. Por lo cual era una manera de regresar a Vieques a buscar un aliciente, que de pronto es desde el tacto, el alivio, la caricia, el descanso, o hasta un arroz con salchichas. Así que esa fue la intencionalidad, que fuera un poco opuesto a la pareja que la cuida en San Juan, que un poco deja de ser su pareja para convertirse en su enfermero. Por ahí va la cosa.
LC: ¿Llegaste a pensar en evitar lugares comunes específicos de películas que abordan asuntos como la enfermedad, la feminidad o cualquiera de los temas que tocas? Si fue así, ¿cuáles?
GM: Sí. En el espacio natural de Vieques yo quería evitar la postal turística, quería presentar lugares un poco más orgánicos con el personaje, recorridos en caminata, que es bastante común. Así que, de entrada, quise alejarme del espacio idílico viequense. También me quise alejar un poco de ver el deterioro directo de la enfermedad, un poco como para dejar saber que eso está ahí pasando, pero la historia no pasa por ahí de ver el deterioro del día a día, sino que fuera más algo vital. A ella lo que la mueve es su deseo por construir cosas y descubrir cosas. Quería lograr la vitalidad del personaje y alejarnos de lo tradicional que puede llegar a ser ver a un personaje enfermo que se va a morir.
LC: ¿Cómo introducir un comentario social en una película sin ser tan explícito, pero sí muy puntual?
GM: Mucha reescritura. Al desarrollarse una coproducción hay también opiniones de los coproductores y ellos también me ayudaron a descifrar esa dosificación que el texto necesita para no ser necesariamente tan literal. Sí hay unos espacios en donde se explican cosas muy puntuales para que la audiencia internacional lo pueda entender, porque quien no está relacionado con Vieques o Puerto Rico a lo mejor no lo comprende. Así que esa dosificación vino mucho de notas de guion, de búsqueda y de probar cosas, para que se entendiera pero que no fuera un panfleto.

LC: Al tener una relación tan particular y compleja con Estados Unidos, ¿cómo es presentarte ahora en Sundance con esta película?
GM: Me parece importante que se hable de este tema en este festival, porque es un tema que está atado a los habitantes de este espacio. Esto también tiene que ver con esta comunidad. Y verlo en una plataforma de cine independiente de este calibre es importante, porque hay una divulgación a otros espacios. Muchas personas están viendo la película y no podrían hacerlo si no estuviéramos aquí. Para mí es importante que esto se vea en Estados Unidos porque hay que hablar de ello aquí, del resultado de la relación colonial entre Estados Unidos y Puerto Rico.
LC: ¿En qué proyecto estás trabajando después de La pecera?
GM: Estoy trabajando en una producción que tiene como título de trabajo El grito de la Trinitaria. Es una coproducción con España y quiero explorar lo que son los espacios inmobiliarios y las crisis con personas de edad avanzada, cuando tienen que venderlos porque no tienen una manera de vivir y tienen que llegar a ciertos acuerdos de ventas con sus espacios. Trabajo con una inmigrante dominicana que está pasando por una situación de desigualdad, así que es como una mirada de dos mujeres en dos situaciones difíciles y desiguales, tratando de superarlo.
