Crítica de «Poor Tings»: ¿Feminismo o mirada masculina?

Por Fabiola Santiago

Poor Things crítica feminismo
«Poor Things» Fox Searchlight

Al hablar de la película «Poor Things», ¿podemos hablar de feminismo? ¿Cómo abordar el viaje de un personaje femenino desde una mirada crítica?

“Qué hermosa retardada” señala un aprendiz de cirujano a su mentor al ver por primera vez a Bella Baxter (Emma Stone), una joven de melena inusualmente larga y oscura, ojos claros y cuerpo delgado; lo que convencionalmente se consideraría una mujer hermosa. “Es impresionante”, añade el hombre. Pero, además de la belleza, destaca en ella una manera primitiva de hablar entre balbuceos y de caminar con torpeza, pues (como lo explica el diálogo en la cinta) se trata de un ser humano inusual: una mujer adulta a la que se le ha trasplantado el cerebro de un bebé. 

Esta premisa de ciencia ficción articula la espina dorsal de Pobres criaturas (Poor Things, 2023): ¿cómo sería la vida de una mujer libre de las imposiciones de la sociedad? ¿Qué lugares exploraría una chica en la época victoriana si no tuviera que casarse en cuanto crece? ¿Cómo bailaría? ¿De qué forma viviría su sexualidad? Con estas y otras preguntas respondidas (desde la imaginación de los guionistas) a lo largo de la trama, la película ha despertado opiniones encontradas entre quienes ven en ella un relato feminista en el que una mujer se empodera al librarse de los hombres que intentan gobernarla y quienes, por el contrario, piensan que es una obra misógina que hace apología de la pedofilia. 

En este largometraje, el director griego Yorgos Lanthimos realiza una adaptación de la novela homónima del escritor británico Alasdair Gray junto al guionista Tony McNamara. La cinta nos introduce a un mundo en blanco y negro en el que el Doctor Godwin Baxter (Willem Dafoe) reanima el cuerpo de una mujer que se había quitado la vida estando embarazada e implanta en ella el cerebro de su hija nonata. Godwin, o “God” (“Dios” en inglés) nombra “Bella” a ese nuevo ser que antes se llamó Victoria, y se encarga de observarlo y cuidarlo con un interés científico y vagamente paternal ayudado de Max (Ramy Youssef), quien toma notas de la evolución de la joven. Su desarrollo mental, que comienza en el nivel de una niña de dos años, se da a un ritmo acelerado, según lo explican los personajes al observar la velocidad con la que crece su pelo y adquiere nuevas palabras. Cuando el descubrimiento del placer alcanza a Bella, ella huye con  el abogado Duncan Wedderburn (Mark Ruffalo) a conocer un mundo que ahora se le revela en colores brillantes y a practicar “saltos furiosos”, como ella con su lenguaje limitado llama al sexo, recién descubierto como una fuente instantánea de felicidad. Pero su curiosidad no se aplaca, sino que aumenta y así es como sigue acumulando experiencias, amantes y aprendizajes que la llevan a leer filosofía, a trabajar en un prostíbulo, y a enfrentar al hombre cuyo maltrato la orilló a quitarse la vida en un primer lugar.  

«Poor Things». Fox Searchlight.

El ejercicio de jugar a imaginar una alteración en el orden social no es nuevo para Yorgos Lanthimos. Ya en Dogtooth (2009), su segundo largometraje, el cineasta impactó con una película estéticamente sobria en la que un matrimonio manipulaba la realidad para mantener a sus hijos aislados del mundo exterior; en esta cinta se utilizaban pocos recursos para construir una tensión creciente, hasta que las consecuencias de esa vida artificiosa y reprimida comienzan a desbordarse. Después, con la incursión de Lanthimos al cine filmado en inglés y con estrellas internacionales en The Lobster (2015), la premisa era la de un futuro distópico en el que la soltería es penada; las personas sin pareja son llevadas a un espacio en el que deben encontrar a alguien en menos de 45 días a riesgo de ser convertidas en animales si no lo logran. En Pobres criaturas nos situamos en Londres del siglo XIX, pero en una versión surreal de edificios deformados y experimentos científicos que permiten a los hombres la creación de criaturas con cuerpo de pato y cabeza de perro, o de una mujer con mente de niña. Las decisiones de Bella, una tras otra, van sorteando lo que los hombres esperan de ella, por lo que el orden que aquí se altera pareciera ser el patriarcal. La serie de aventuras de la protagonista van cumpliendo una check-list de lecciones de empoderamiento. 

Sin embargo es posible que la película aspirase simplemente a causar shock a través de la transgresión del orden social patriarcal; que involuntariamente haya hecho una especie de manual del feminismo blanco contado por hombres es un efecto secundario. Pero, así como el hecho de que una mujer dirija una cinta no le otorga de inmediato una mirada femenina ni la garantía de que esté hecha con perspectiva de género, tampoco que el director y guionista sean hombres convierte instantáneamente a Pobres criaturas en una cinta misógina, ni siquiera una con “mirada masculina”. Este término fue propuesto en los 70 por la teórica de cine Laura Mulvey y a grandes rasgos hablaba de las formas de representación hegemónicas que utilizan el cuerpo de la mujer como fuente de placer para los espectadores hombres (cisgénero y heterosexuales). Las escenas de sexo en esta obra son abundantes y explícitas y Lanthimos utiliza constantemente un lente ojo de pez, que da la sensación de estar espiando la vida de los protagonistas; sin embargo, estos recursos no se emplean realmente para el placer visual, sino como recursos cómicos y de contraste. Un par de  ejemplos: Max piensa con nostalgia en Bella y se pregunta si ella está bien, acto seguido la vemos frenética en diferentes posiciones sexuales y volteando los ojos; las experiencias en el prostíbulo, con hombres deformes, poco atractivos o en situaciones disparatadas (un padre de familia que lleva a sus hijos a observar y aprender), resultan mucho más más repulsivas o absurdas que placenteras. Además, la cinta no limita los desnudos al cuerpo de Emma Stone, sino que exhibe igualmente a cuerpos masculinos, en ambos casos sin mucha suavidad pero tampoco con demasiada carga erótica: no vemos los clásicos encuadres sexualizantes y recorridos de la figura femenina, sino tomas burdas con un score que suma a la construcción de tensión y sordidez.

Otra constante en el cine de Yorgos Lanthimos es el escándalo que producen sus cintas, algunas con mejor ejecución que otras. Desde el sadismo y el incesto en la ya mencionada Dogtooth, hasta los juegos de poder y seducción entre tres mujeres de la corte británica del siglo XVIII en La favorita (2018), las imágenes impactantes de sus películas generan un asombro que sobresale en las conversaciones de quienes las miran. Y, entre todas ellas, Pobres criaturas en su estreno reciente es la que ha desatado las discusiones más estridentes, aunque esto no necesariamente responde a que sea la película más compleja o mejor realizada del director, sino a que es la más comercial y de mayor alcance. Si en sus inicios como cineasta le apostaba al shock con imágenes simples pero contundentes y pocos diálogos, en su más reciente obra Lanthimos le hace la tarea al espectador y le desmenuza paso a paso el viaje de Bella en tono de farsa y diálogos aleccionadores, e incluso las observaciones que pretenden ser burlonas hacia los hombres resultan explicativas: “¿Es una debilidad masculina?” pregunta ella cuando Duncan le explica que él no puede tener un encuentro sexual seguido de otro. 

El encanto de estas pobres criaturas radica más en la teatralidad de los gestos de Emma Stone, en lo alucinante de los vestuarios diseñados por Holly Waddington y en el despliegue surrealista del diseño de producción que oscila entre los sueños y las pesadillas. Estos elementos pretenden tener significados, pero estos son más didácticos que figurativos, como si nos estuvieran indicando dónde y cómo mirar, como si nos estuvieran contando un libro de fábulas sin mucho contenido más allá de los dibujos coloridos que lo ilustran. 

Bella Baxter inicia su viaje como esa “retardada hermosa”, una mujer atractiva sin demasiada complejidad mental, lo mismo que esta película ofrece un deleite estético y un par de horas de entretenimiento, aunque solo juegue a ser escandalosa y transgresora en la superficie. 

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